COMUNICACIÓN EN PÚBLICO Y TÉCNICA TEATRAL
Primer artículo del blog… y ya he hecho 4 correcciones en la primera frase. Nerviosismo, responsabilidad, excitación… “La audacia contiene genio, poder y magia”, decía Goethe. ¡Vamos allá!
“¡Genial!”, “¡Muy buena idea!” o “¡Está de puta madre!” fueron algunos de los comentarios iniciales de las personas de confianza. El proceso es tan viejo como las ideas mismas: se te ocurre algo que te parece bueno, y para contrastarlo se lo cuentas a los más cercanos.
No obstante, la euforia inicial da paso al desconcierto: “Yo lo veo claro, pero ¿cómo diablos se lo explico a los demás? ¿Cómo contarlo en un mail? ¿Cómo argumentarlo?”
Esta primera serie de artículos responden a esas preguntas. Al fin y al cabo, la oratoria va de eso: dar información de forma clara, argumentada y atractiva, ¿verdad?
El gran paralelismo entre la comunicación en público (la oratoria) y el teatro es algo que la mayoría ve muy claro de entrada. No obstante, no por claro debe dejarse de lado. “Primeros principios, Clarisse. Simplicidad. De cada cosa, pregúntese qué es en sí misma. Cuál es su auténtica naturaleza…” dice Hanníbal Lécter en una de las frases de cine que han marcado mi vida (puedes ver la escena aquí). Veamos los principios básicos de este planteamiento:
OBVIEDAD N.1.- LA DISTRIBUCIÓN DE LA SALA
Exactamente igual. La distribución de una sala de teatro y la de una sala de conferencias es la misma. En un lado, el escenario, los focos, el lugar donde pasan las cosas. Y en el otro, el público, sin focos ni escenario, pero donde también deben pasar cosas si hacemos bien nuestra tarea.
La obviedad de esta primera obviedad, oculta una de las mayores fuentes de nerviosismo y de estrés tanto de oradores como de actores (si, querido amig@, los actores también nos ponemos nerviosos antes de salir a escena). Y es que, tanto unos como otros nos exponemos en público. Y ese es el motivo del famoso pánico escénico. No hablaremos hoy de él, ya que merece uno o varios post él solito. Con la exposición, por ahora, tenemos suficiente:
LOS PROBLEMAS DE LA EXPOSICIÓN
La exposición en público es algo que, de entrada, intimida. Y es lo más normal del mundo. Imagínate a ti mism@, querid@ lector@, subido a una tarima, con los focos apuntándote (no sea que alguien se pierda algún detalle de tu anatomía), y con decenas, quizás centenares de ojos puestos en ti… y ¡esperando alguna cosa! ¡Por Dios! ¿Acaso no tienen bastante con mirarte? Bromas aparte, salvo excepciones, eso de exponerse nos trae a todos no pocos problemas. Veamos por qué:
1. Falta de hábito.- A todos nos es más difícil lo que no nos es familiar. ¿Recordáis vuestro primer día de trabajo? ¿O la primera vez que os pusisteis al volante de un coche? Parecía imposible que aquella máquina llegase algún día a obedeceros, o que algún día llegaseis a dominar los conceptos y rutinas que vuestros compañeros de trabajo tenían mecanizadas. Sin embargo, lo hicisteis sin problemas, ¿verdad? El hábito, la práctica es lo que nos hace:
- Realizar con normalidad algo que parece imposible.
- Alcanzar la maestría en cualquier disciplina.
2. Exposición al juicio.- Nuestra voz, nuestro cuerpo, nuestro vestido, nuestra forma de empezar, las transparencias, nuestra forma de seguir, nuestra forma de acabar, aquel chiste “infalible” que no hace gracia a nadie, nuestra forma de andar, nuestros gestos, nuestra “chepa”, nuestra tripa… Todo, absolutamente todo expuesto al juicio del público. Un juicio implacable. Sordo. Frío. Y lo sabemos bien, ya que (y ahí va el tercer gran problema de este asunto):
3. Hemos juzgado a otros….- …y sabemos lo crueles que podemos llegar a ser. Fuera máscaras: todos hemos machacado alguna vez (o quizás muchas) a algún orador poco diestro. Y eso es lo que más miedo da: que nos machaquen de igual modo. Provocar la chanza de los demás. Hacer el ridículo. No nos han educado para eso. Y, por tanto, no lo llevamos nada bien. ¡Y punto!
¿CÓMO LO HACEN EN EL TEATRO?
Como te contaba al principio, la exposición en público es también algo con lo que lidiamos los actores. Me encantaría decirte que tenemos una fórmula mágica para superar ese problema, pero no existe. Y por mucho que esa sea la profesión que hemos escogido, es algo que también nos estresa. Después de todo, nadie nace habituado a que lo miren con tanta insistencia. Y tampoco nos es extraño el miedo al ridículo, ni la exposición al juicio.
¿Cómo lo solucionamos, entonces? Con práctica y no poca preparación.
Imagínate al mejor actor/actriz del momento. O al que más te guste. Pongamos Al Pacino. ¿A alguien se le pasa por la cabeza que Al Pacino saldría a un escenario sin preparación? ¿Cuántos ensayos haría antes de representar Ricardo III, obra que, por cierto, le apasiona?
Y antes de eso, ¿Cuántas veces ha salido Pacino a un escenario? ¿Cientos? ¿Miles?
Todas esas ocasiones, todos los personajes anteriores han ayudado a Pacino a familiarizarse con algo tan poco habitual como la exposición a sus semejantes. Y los ensayos del Ricardo III le aportan la seguridad y el aplomo necesarios para exponerse al juicio y a la crítica (y créeme si te digo que él se enfrenta a críticos mucho más duros que cualquiera de nosotros).
ERGO…
Te propongo exactamente lo mismo. Practicar todo lo posible, y prepararte aún más.
Este blog no es más que la experiencia de un actor que intenta ayudar a otros a comportarse de forma normal en una situación anormal: la exposición en público. Buscaremos todas las formas, trucos y técnicas que os permitan comportaros de forma tranquila en una situación de estrés; que os ayuden a ser vosotros mismos en un escenario, uno de los retos más complejos a los que os vais a enfrentar jamás. ¿No sería de locos hacerlo sin una preparación seria y sistemática?
Hablaremos sobre preparación, sobre ensayos, sobre objetivos, sobre ocasiones en las que practicar en la vida cotidiana… Y sobre discursos, por supuesto. Somos un país que suspende en oratoria por sistema, y hay no pocos ejemplos de ello que analizaremos en profundidad.
Arranca este blog con el objetivo de cambiar eso, o al menos mejorarlo todo lo posible. Un objetivo difícil, pero también hermoso. Después de todo… ¡Los sueños han de serlo!
Y ya que hemos empezado con el inquietante Hannibal Lécter, acabaremos también con una cita suya:
“A más ver…”