OLVÍDATE DE LOS NERVIOS.

 Mucho se habla de los nervios al hablar en público, y de la forma de librarse de ellos. ¿Quieres saber cómo olvidarte de los nervios en el escenario? ¿Te pones nervios@ al hablar en público? ¿Bastante? ¿Muy nervioso, incluso? Pues: ¡BIENVENIDO AL CLUB! Como hemos visto hace poco, los profesionales de la canción también se ponen nerviosos ante una actuación, al igual que los deportistas antes de competir, los periodistas antes de presentar las notícias… y los actores antes de salir a escena.

¿Nervios al hablar en público? ¡BIENVENIDO AL CLUB! Foto: Samantha Leeke.

Como ves, no eres un caso aislado: cierto grado de estrés forma parte del hecho de exponerse en público. Y ese estrés no solo es normal, si no que puede ser incluso beneficioso. No hablaremos hoy de los beneficios del estrés, pero sí de una de las formas más efectivas de olvidarnos de los nervios:

-TOMAR PERSPECTIVA

Los nervios tienen su razón de ser:

  • NO ESTAMOS HABITUADOS A HABLAR EN PÚBLICO
  • NOS EXPONEMOS AL JUICIO DE LOS DEMÁS
  • TEMEMOS FRACASAR…

Y mil ideas de desastre que nos vienen a la cabeza relacionadas con estos conceptos (y que no ayudan en absoluto). En resumen, estamos demasiado pendientes de nosotros mismos y de lo que van a pensar los demás, y nos olvidamos de lo fundamental: ESTAMOS EN EL ESCENARIO PARA CUMPLIR UNA FUNCIÓN.

Y esa función no es otra que hacer llegar nuestro mensaje. Por tanto, todas las ideas sobre lo que la gente vaya a pensar o no, sobre conseguir nuestros objetivos o no, sobre las consecuencias positivas o negativas de nuestra presentación no tienen cabida cuando estás frente a tu audiencia.

No estás en escena para que te juzguen. La gente lo hará, no hay vuelta de hoja, pero si te preocupas de eso cuando estás en escena, estás descuidando lo más importante: comunicar.

No estás en escena para que te juzguen. Foto: Jason Morrison.

Comunicar debe ser tu único objetivo cuando estás delante de tu audiencia. La venta, el proyecto o la llamada a la acción no son lo más importante en ese momento. Lo más importante es el dato, el argumento, el ejemplo o la cita que estás exponiendo.

Imagina un actor representando Hamlet. ¿Le aconsejarías que pensara en los críticos en medio del monólogo de “Ser, o no ser…”? ¿Te parecería buena idea que pensara en que se le cae encima un foco? ¿En si la gente aplaudirá o no? ¿En si entenderá el mensaje de Shakespeare? ¿En si volverá a verlo en algún otro espectáculo? Pues el mismo principio debes aplicar en tu presentación.

Las ideas sobre la opinión de los demás, los objetivos finales y todos los desastres imaginables no sólo aumentan tu estrés de forma innecesaria: tampoco te ayudan a conseguir lo que quieres.

Por eso, la mejor forma de olvidarte de los nervios es centrarte en tu mensaje. En transmitirlo paso a paso. Céntrate en tu función y en comunicar cada una de las ideas con la energía, la pasión y la convicción necesarias.

Enfócate en lo que realmente importa, olvídate de los nervios y empieza a conseguir tus objetivos.

“A más ver…”